Palabra Prohibida
by Ana Montenegro
…Pues no lo pueden todo
los celestes. Ya que los mortales
están más cerca del abismo…
Hölderlin
En tiempos de profunda tensión social, sanitaria y política, tomar conciencia de la experiencia de la finitud se vuelve imprescindible en términos comunitarios e individuales. La muerte no aporta nada a nuestra sociedad, está prohibida, es un tabú. La deshumanización hacia la que nos encaminamos elimina lo simbólico, factor preponderante frente a una realidad existencial llamada muerte.
Palabra Prohibida presenta de manera casi obscena el morir que es nuestra última condición, sin miedo y sin vacilación. Como diría Heidegger, somos seres para la muerte. El óbito tiene una presencia constante en nuestros días. Guerras, pandemias, catástrofes, además de la crueldad inherente a los seres humanos en el cotidiano próximo y distante, crean una paradoja. ¿Cómo, entonces, asumir la muerte frente a las seducciones del régimen neoliberal y el consumo capitalista? Parece una aporía.
Al entrar en la galería nos encontramos con la instalación Ese otro mar, compuesta por la palabra muerte en vinilo, repetidas veces, sobre el piso. El público es inducido sin escapatoria a pisar la escritura y mirar para el suelo. La acción conduce a la reflexión sobre la muerte, de nuestra propia muerte. Una situación provisional bajo el signo de la escritura de la muerte.
En Instante final, vemos un reloj analógico, roto, en la pared, junto a una imagen de Cristo esculpida en bronce, con uno de sus brazos arrancado. La pieza está boca abajo y el brazo restante señala la misma posición que la manecilla del reloj que indica los minutos. El reloj es una representación del paso transitorio de la vida humana, se asocia a la muerte y a la noción de proximidad a ella, con el pasar del tiempo. ¿Un tiempo sin Dios? ¿Una imprecisión señalada o un estar ya en lo impreciso?
La instalación Pornografias está compuesta por un conjunto de cuatro placas de metal (en formato mortuorio), fijadas a la pared. En cada una se grabó un pequeño texto literario a modo de epígrafe, y al lado, formando un díptico, una imagen erótica completa la obra. Para los franceses La Petite Mort es el ápice erótico. Se revela en el erotismo una experiencia de muerte. Bataille habla de la pequeña muerte como la experiencia de lo imposible. El juego que crea el artista al unir textos e imágenes dispares nos traslada a un lugar vacilante. Morir sin morir. La posibilidad de lo imposible.
En For the Love of Gag (This is not Hirst), dispuesto sobre un pedestal, se exhibe un objeto apropiado por el artista. En este caso, una calavera real, interferida con pegatinas de colores. Llegamos a imaginar el cuerpo que falta. Una vez más se nos confronta con figuras contradictorias que nos sitúan al borde del abismo. La palabra gag en inglés tiene varios significados, como mordaza, broma, juego, impedimento, engaño… La frase this is not Hirst nos da una pista. La muerte no pasa de un juego, ese de tentar traspasar el horizonte que no llega nunca. La angustia de lo inaccesible.
Purgatorio, un poema en vinilo, del propio artista, reposa sobre una pared blanca, casi como moscas entre un vuelo y otro. Como sabemos, el Purgatorio consiste, según el concepto religioso, en un lugar o condición de punición temporal. El poema enumera una sucesión de palabras, como una meditación sobre la vida y un deseo de muerte.
En el video El Susurro, el artista inclinado sobre una tumba afina sus oídos para descifrar las cacofonías que la muerte susurra a los mortales. Así se acerca a la muerte, a lo que ya no existe. Insistir en la finitud casi produce vértigo para una sociedad que pierde la compostura ante el vestigio, el resto, las cenizas. Una presencia suspendida, un cadáver del ser.
Ya en el video Ceremonia, el artista camina por un bosque de noche, sosteniendo con dificultad una llama entre árboles y arbustos. Las espinas tocan su cuerpo y sus pies. Un ritual de sacrificio, una tarea ardua, larga y frustrante para llegar hasta el final. No es un desafío fácil, sin embargo, tiene que hacerse. Es preciso atravesar el paisaje.
Según Byung-Chul Han, Eros, el amor, nos salva. Han escribe: ≪El amor se convierte en una estrategia para sobrevivir. Cuando uno se pasa al otro, cuando uno es el otro, cuando uno ama olvidándose de sí mismo, mi muerte ya no existe. Quien ama no muere. El miedo desaparece≫. ¿Es posible algún alivio contra la pasividad de la muerte? ¿No sería arriesgado aceptar esa victoria frente a la muerte? ¿No es asumir la muerte en la conciencia demasiado aporético? Silvio De Gracia, en esta individual, propone una inmersión en las aguas profundas de nuestra existencia. Caminar sin miedo cerca del abismo, al fin. A través de lo simbólico que se opone al imaginario de la vida sin la muerte, el capitalismo fracasa.